La práctica totalidad de la historia del urbanismo está basada en controlar el medio convirtiéndolo en algo aséptico, útil y productivo, lo cual suele llevar otro apelativo, inerte. Desde el comienzo de nuestros andares hasta la actualidad, pasando por Roma, el Yucatán o el Creciente Fértil; apenas ahora hemos empezando a darle importancia a conceptos como orgánico.
En ocasiones esto se traslada a las edificaciones impregnándolas de vida, permitiendo ver el paso y el peso del tiempo en ella, dejándolas vivir. Y no solo una vida, sino muchas. Al arreglar una cubierta y arrancar la posible vegetación eliminamos una posible vida del edifico, operación que se vuelve a repetir al pintar el interior, eliminando las marcas que la vida ha dejado en las paredes.
De esta forma tan aséptica y civilizada se consigue controlar a la naturaleza, tal vez la del propio ser humano, cuya sublimidad nos petrifica y a veces nos aterroriza.
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